06 septiembre 2010

Historia de Campanillas. El maestro José Calderón

El maestro inolvidable

José Calderón daba clases nocturnas a adultos e impartía clases en sus vacaciones sin cobrar

08:10
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Foto oficial de los alumnos del colegio de Campanillas en 1967, con don José Calderón al frente.
Foto oficial de los alumnos del colegio de Campanillas en 1967, con don José Calderón al frente. La Opinión

ALFONSO VÁZQUEZ. MÁLAGA
Un colegio público y la principal calle de Campanillas llevan su nombre. Casi 40 años después de su muerte, pocos olvidan a José Calderón, el maestro de Campanillas. «Para mí supone un orgullo haber estado con él y tengo recuerdos de los que no se te olvidan», comenta emocionado Blas Martos, un campanillero que fue alumno de José Calderón desde 1967 hasta 1972, cuando falleció.
Nacido en 1911 en El Ferrol por cuestión de trabajo de su padre, que era guardia civil, sin embargo José Calderón siempre se sintió de Ardales, la tierra de su familia.
La historiadora de Campanillas, Josefina Molino y la presidenta de la asociación de vecinos, Carmela Fernández, también resaltan la importancia de este maestro con enorme vocación, que después de enseñar en Villanueva de Algaidas, Alcaucín, Ventas de Zafarraya y Periana, en 1952 obtuvo plaza en la escuela de maestro en la Estación de Campanillas y más tarde en el mismo barrio, en la escuela mixta, en un solar que hoy ocupa la asociación de vecinos en la calle, cómo no, de José Calderón, la antigua carretera de Cártama.
En esta última escuela entró con cinco años Blas Martos y conoció a su maestro. «Siempre con camisa gris y corbata negra y no faltó un solo día a clase», destaca.
Don José se presentaba a las 8.45, primero con una moto Lambretta (vivía cerca de la gasolinera de Las Chapas) y cuando los años comenzaron a pesarle, utilizaba el autobús para ir a la agrupación escolar mixta, llamada así porque había alumnos varones de varias edades.
«Don José mantenía la disciplina, jamás he visto darle una colleja a un niño con mala idea o con la regla para hacerle daño y no soportaba que los alumnos se pelearan o no se hablaran», cuenta Blas.
Si el niño se portaba realmente mal, en teoría permanecía en clase sin almorzar, mientras el resto marchaba a sus casas, pero don José, que comía en el aula a diario con su fiambrera, lo que hacía era compartir la comida con el alumno.
«Además, insistía siempre en la caligrafía y además de escribir correctamente, había que hacerlo con letra legible», destaca Blas.
Entre los muchos detalles que demuestran la vocación de este maestro se encuentran las clases nocturnas a adultos que querían aprender a leer y escribir, y los numeroso consejos laborales que impartía, además de rellenarle a los campanilleros los documentos que hicieran falta, «de forma altruista».
En este sentido, recuerda Blas Martos cómo, acabado el periodo lectivo, el maestro les enseñó durante el verano 4º de EGB a él y a un grupo de alumnos, «y sin cobrar un duro».
Hombre muy culto y liberal, este maestro enseñaba además en unas condiciones materiales muy pobres. «Los servicios estaban al lado, en el campo y el recreo justo enfrente, en un descampado», recuerda Blas. Por eso, uno de los sueños del maestro fue que Campanillas contara con un colegio en condiciones, en el que los niños no tuvieran que sentarse en cajas de madera y usar tablones de un supermercado vecino, como ocurría hasta entonces.
A punto estuvo de ver cumplido su sueño. De hecho, sus últimas palabras, al despedir el curso 1971-72, fueron: «El año que viene por fin vamos a disfrutar de un colegio en condiciones». Paradojas de la vida, falleció a los 60 años, el 20 de octubre de 1972, el mismo día en que se inauguraba el colegio público que, años después, llevaría su nombre.
«Recuerdo que salimos cuadrillas de niños pidiendo para flores para su entierro», cuenta su ex alumno, que nunca olvidará las lágrimas de una señora porque sólo tenía 2,50 pesetas en el bolsillo, «y lamentó no tener más dinero para ese hombre». En todo caso, si el cariño se puede medir, ese día los niños del colegio recolectaron nada menos que 10.000 pesetas para las flores de don José.
En 1998, con motivo de las bodas de plata del colegio José Calderón, volvió a recordarse la figura de este maestro entregado a los demás.
«No era un maestro al uso, por eso dejó tanta huella en Campanillas y en otros sitios por donde pasó», resalta Blas Martos, que cuando habla de don José, se emociona.

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